La Nación – Guillermina Leudesdorf
Cada vez son más las personas que buscan conectarse con su niño interior y mostrar esa experiencia en las plataformas; la opinión de los especialistas
Agustina, de 31 años, juega con un globo en medio de otras personas. Lo lanza hacia arriba. Cuando vuelve a sus manos, repite la acción. Su amiga, Estefanía, de 29, se prepara para sumergirse en una pileta llena de pelotas de plástico transparentes, que simulan ser burbujas. Antes estuvo saltando en un inflable. “Nos autoregalamos esta experiencia para poder volver unos cuantos años atrás y disfrutar como niñas, sin prejuicios”, cuenta Agustina. Y Estefanía agrega: “Es como una regresión, poder jugar sin temor a que el de al lado te mire mal porque estamos todos en la misma: transportándonos a la infancia por unas horas”.
Pinchar globos para que estallen, hacer burbujas, deslizarse por toboganes, subirse a un carrito del supermercado, saltar en inflables son algunos de los típicos juegos de los más chicos. Sin embargo, hoy hay adultos que buscan volver a conectar con la niñez a través de estas actividades. Este nuevo fenómeno que se volvió viral en redes se denomina Kidulting. El ejemplo más cercano es la exposición Blow Up Experience, una muestra en La Rural inmersiva con un recorrido lúdico destinado a todas las edades: laberintos de cortinas de luces de colores, pisos de espejos, juegos de iluminación, superficies burbujeantes y malabares, entre otros.
En diálogo con LA NACIÓN, distintos especialistas dieron su opinión sobre esta nueva tendencia.
Josefina Saiz Finzi, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), dijo: “El juego no tiene límite de edad: es una expresión natural de contacto humano que comienza en el útero, donde el bebé juega con el cordón umbilical, a subir y bajar, como si fuera un trapecista. El juego es la necesidad de probar fuerzas, de asumir riesgos, de conectar. El juego se puede considerar una parte de la exploración humana”.
Para Juan Tesone, psiquiatra y miembro de APA, “no hay nada más serio que el juego”. Y completó: “Es el germen de la cultura y de la civilización”.
“Mediante los juegos creamos y aprendemos normas, y las normas son el esqueleto invisible de la civilización. No habría civilización y cultura sin normas, sin acuerdos, sin convenciones sociales. Se genera una tensión entre la libre voluntad del sujeto/jugador y la necesidad de adaptarse a un entorno, aceptando unas reglas”, explicó.
Jorge E. Catelli, psicoanalista y miembro titular en Función Didáctica de APA, señaló: “Para el ser humano, ya no niño sino adulto, rescatar y conservar la capacidad de juego representa una posibilidad fundamental para tener una buena salud mental. El juego en un adulto son sublimaciones, actividades socialmente aceptadas y valoradas, como podría ser incluso hasta una actividad o un trabajo, pero también un deporte”.
Y ejemplificó: “Podría ser que el sujeto reemplaza parte de su emocionalidad, de su impulsividad, parte de sus fantasías de grandiosidad, por ejemplo, intentando ganar un torneo de fútbol con los amigos de la secundaria. No va a ser nunca Messi, pero es una manera de jugar, sustituyendo ese deseo de triunfo sobre el otro, jugando con un grupo de amigos, de modo totalmente amateur y como hobby. Sin embargo, logrando esas sublimaciones simbólicas de triunfo de unos sobre otros”.
En tanto, Tesone, afirmó: “A través del juego el niño, pero también el adulto, expresa su capacidad de imaginación, se aboca a las reglas y es el germen de su creatividad. La capacidad lúdica no debería ser reservada únicamente a los niños, sino que es la esencia de la creatividad de todo ser humano, adultos incluidos. A condición de que el juego no se convierta en una actividad adictiva, que le quite al juego la esencia de su sentido”.
En el Kidulting
“En esta tendencia se oculta también el anhelo por volver a la infancia y el anhelo de volver a ser niños. Por eso, se establecen peloteros, inflables, jugar con globos, como si fuera una manera regresiva que en verdad no es necesaria. El gran público que va a ir ahí o bien es un público que anhela volver a una etapa de la infancia o bien que melancólicamente extraña un periodo en el que íntimamente y sin que nadie se entere envidia a los niños que justamente tienen habilitado y pueden hacer ese tipo de actividades y que ahora están socialmente aceptadas y además se les genera un espacio legitimado para que puedan jugarlo y desarrollar esas fantasías como si fueran niños. El problema es o sería si se creyeran realmente niños”, sentenció.
En esta línea, distinguió: “Naturalmente, esto va a depender de la estructura psíquica de cada sujeto”. Y agregó: “Ahí ya depende caso por caso, a lo mejor para algunas personas puede ser insoportable estar en esa situación infantil, regresiva, aunque esté habilitada. Y para otros va a ser una gran realización de sentir legitimado volver a tener permiso para ser niño. Pero ya de hecho tenemos en otras realizaciones sublimatorias esa posibilidad”.
Saiz Finzi, sumó: “En el Kidulting se busca que los adultos recuperen el niño interior. Aunque él está siempre, no hace falta recuperarlo. Hay que saber encontrarlo en las expresiones diarias y disfrutar también de la capacidad que tiene de ser creación continua. Por supuesto que el adulto sabe de los límites más que el niño, porque es el adulto el que pone límites al niño. Entonces, el adulto va a tener tendencia a jugar, a disfrutar enormemente, a recordar, reconectarse con su memoria prosódica, no solamente la memoria consciente, sino la memoria inconsciente, donde están alojadas todas las experiencias buenas y no tan buenas que vamos teniendo en la vida”.
Y concluyó: “El adulto necesita volver a tener, y sobre todo, reglamentado, estas experiencias que se hacen ahora, donde todos pueden entrar, desde el niñito hasta el adulto hasta el anciano, y todos refrescarse”.